Recuerdo claramente aquel día, aunque irónicamente no recuerdo con claridad lo que paso en el transcurso del mismo. Todo inició a las 6:30 de la mañana, hora en la que el aparato ubicado sobre la mesita de noche, interrumpió mi sueño con su terrible sonido agudo. La jornada matutina ya comenzaba y debía alistarme lo más pronto posible o de lo contrario mi jefe me haría otro llamado de atención por las repetidas llegadas tarde.
Esta vez no me ocurriría esto, me levanté mas rápido de lo habitual, escogí rápidamente un vestido acorde a la junta que tendría sobre las 11:00 de la mañana, y en cuestión de media hora ya iba rumbo a la oficina, por suerte el trafico no estaba tan complicado como de costumbre.
Mi jefe me miró con asombro y me felicito por mi llegada diez minutos antes al trabajo. El día pintaba muy bien, aparte de ser el día de nomina, ¡era viernes! No soy ningún alcohólico ni mucho menos, pero me gustaba frecuentar de vez en cuando algunos bares y pues también tomarme algunos tragos. Me daba mucha pereza llegar temprano a mi apartamento un viernes, sentía como que se agudizaba y se resaltaba mas el hecho de ser una persona solitaria, así que prefería disfrutar un poco de las “emociones” que ofrece la vida nocturna en Bogotá.
Ese día, media hora antes de terminar las labores del trabajo, comencé a buscar a alguien que me acompañara en mi “emocionante aventura”, pero para desgracia mía, ya todos estaban comprometidos con sus esposas o familiares, y pues obviamente como dicen vulgarmente “primero esta el uno que el dos”.
Sobre las 7:00 PM me encontraba solo, aburrido y con cerca de un millón de pesos que acaba de recibir como pago a mis últimos quince días de trabajo. Por un instante pensé en irme a mi casa, comprar algo para cenar y acostarme temprano. Idea que descarté de inmediato al imaginar a todos mis amigos disfrutando de la noche de viernes. Me subí en mi carro con la idea de buscar algún tipo de lugar en donde pudiese beber un poco y ¿por que no? Conocer alguna linda chica que me hiciera compañía.
Tomé la carrera séptima hacia el norte y busqué un desvío que me llevara a la carrera 13, muchos de mis amigos hablan de este sector, y dicen que la rumba es bastante buena por estos lados, así que disminuí la velocidad para comenzar a observar la variedad de lugares que Chapinero ofrece para tener un rato de esparcimiento. Rápidamente busqué un parqueadero para facilitar mi tarea y encontrar en donde pudiese ahogar mis penas y mi soledad. Tal era el afán que en cuestión de 15 minutos ya me encontraba tomando cerveza en un lugar bastante concurrido. Las luces del sitio hacían ver los movimientos de la gente algo torpes y muy poco motrices. Yo buscaba con desesperación alguna hermosa mujer que pudiese amenizar mi noche.
Tal vez me veía tan desesperado que ninguna chica quería sostenerme la mirada, probablemente pensarían que era un psicópata o algo por el estilo.
El tiempo pasaba y ya el reloj marcaba las 11:00 de la noche. Mi suerte no cambiaba, me encontraba solo como un despechado a punto de quitarse la vida, los tragos estaban cumpliendo con su deber y ya me comenzaba a sentir algo mareado.
Creo que ya es hora de irme, pensé, cuando de repente y de la nada apareció ante mí una hermosa mujer, al menos así es como la recuerdo. Recuerdo también que ella me hablo y me dijo algo como, -¿porque tanto afán no te gustaría acompañarme un poco?-.
La idea que merodeaba mi cabeza de irme a casa fue desechada inmediatamente al escuchar las palabras de aquella mujer. Comenzamos a hablar, ella comentaba cosas sobre su familia o algo así, la verdad yo no hacia otra cosa que mirarla y como buen “galán conquistador”, aludía su belleza con las mismas frases de todo hombre –“¿una mujer tan hermosa porque tan solita? ó “nunca había visto una mujer tan hermosa e interesante”- a lo que ella respondía siempre con una sonrisa. El coqueteo comenzó a ser de parte y parte, y hasta donde recuerdo, ella me besaba y me hablaba cosas al oído. Yo ya no era dueño de mis actos, me sentía como un títere al cual podían manejar a su antojo.
Dos días después recobre el conocimiento, la primera imagen que encontré fue la de mi madre, que al verme despertar gritó con una emoción infinita –Doctor, Doctor!!!
El doctor no tardo en venir, y de inmediato le pidió a mi madre de una manera muy educada que se retirara. Mi madre asintió y se retiro al instante.
Lo primero que me pregunto el doctor fue si yo recordaba algo de lo sucedido, a lo que con gran extrañeza respondí que no. Él me comentó que había sido víctima de un robo, que me habían drogado con escopolamina. Yo no podía creerlo, mil preguntas vinieron a mi cabeza, - ¿pero como? ¿Quién fue? ¿Qué me robaron? El doctor también perturbado, solo me pudo decir que yo había llegado allí gracias a un taxista que me encontró cerca al parque Lourdes. Yo quería saber la gravedad de lo ocurrido, así que le pedí al doctor que me diera de alta lo más pronto posible.
El doctor aceleró los trámites y salí el mismo día del hospital, lo primero que hice fue dirigirme al parqueadero en el que aquella noche guardé mi carro para buscar con mayor facilidad un lugar donde “divertirme”. Cuando llegué allí mi carro no estaba en el lugar que lo había parqueado, le pregunté al celador por mi vehículo a lo cual el respondió con gran seguridad, - pero señor!! Usted se lo llevo esa noche y recuerdo que venia acompañado de una hermosa mujer que salio conduciendo- mis sospechas eran ciertas, así que bajé la mirada con gran desilusión y me dirigí de inmediato hacia mi apartamento guardando la esperanza que todo estuviese intacto. Al llegar allí mis esperanzas se desplomaron, solo encontré las cuatro paredes y algunos cuadros que seguramente le resultaron inservibles o de poco valor al grupo de delincuentes. Ahora cuando recuerdo esto, tengo la sensación de ser el hombre más estúpido de este mundo, ¿porque no me fui temprano a mi casa aquella noche? ¿Por que me las tenia que dar de galán de telenovela?, son reproches que yo mismo me hago y que sólo conducen a el arrepentimiento. Esta ciudad es bastante insegura y la próxima vez que esté aburrido o que no quiera quedarme atrás de mis amigos, recordaré lo sucedido y seguramente ya no dudaré un segundo en irme de mi casa así sea solo a ver telenovelas.